jueves, 28 de octubre de 2010

Escotoma

Hola acá subo el tercer capitulo, disculpen la demora, dejo los links de los anteriores
capitulo1 http://walkergray.blogspot.com/search?updated-max=2010-10-06T20:04:00-07:00&max-results=7




Capitulo III



“Infierno”


Todo daba vueltas, estaba en una extraña habitación,  pero a la vez me era muy familiar, ese olor era el del perfume de mamá, había retrocedido unos diez años atrás, sin embargo, la imagen era muy clara, como si lo hubiese vivido ayer, sentía las mismas emociones, la felicidad de verla cada día, todo era colores, no obstante pasando el sonar de el reloj, el cuarto se volvió oscuro, estaba perdida, era como si todo  cambiase en una pequeña fracción de segundo, sentí el llanto de una  niña, no tenía más de cinco años, sentada  en el suelo sin levantar la cabeza, de cabellos oscuros, frente a un cadáver, rodeada por una cuerda en su frágil cuello, fue cuando me percate que aquella pequeña era yo, reviviendo el dolor, la angustia de  aquel interminable día. No contuve el grito, Sebastián irrumpió en la pieza,  no tardo nada, sólo le dirigí una leve mirada, para asegurarle mi bienestar, luego de preguntar que deseaba de desayuno se marchó. La cabeza me duele, tengo jaqueca, un dolor en el pecho, algo fuera de descripción, tome mis ropas, estaba decidida a escaparme de este lugar, tengo que ir a casa y estar con mi familia o al menos lo que queda de ella, no quiero que los lastimen, si a la que buscan es a mí, pues estoy  dispuesta a entregarme.

n  No intentes nada Abigail—La voz de Miguel invadió el cuarto.
§  Cómo llegaste aquí.
§  Eso no es de tu incumbencia, pero el demonio se queda en casa—no estoy segura de cómo lo hizo, pero llegó hasta mí con mucha rapidez, me tomo fuertemente de los brazos.
§  Suéltame, antes de que llame a Sebastián. 
§  Anda hazlo, él no se atreverá  a llevarme la contraría.  
§  Basta—esa voz era la de Helena, Miguel se detuvo—No vuelvas a tratarla de esa manera, tú misión es…
§  Protegerla, eso ya lo sé—no entiendo por qué Miguel debe protegerme—pero mírala, jamás podrá ser una guerrera, no controla ni sus pesadillas.
§  Cómo es qué sabes  acerca de mis sueños—estaba enfadada, ese chiquillo leía o más bien tenía conocimiento sobre mis  opresiones.
§  Puedo Verlos, lo que sueñas tú, lo veo yo.
§  Cómo puede ser posible.
§  Eso ya te lo diremos, ahora vístete—otra orden de Helena.
§  De acuerdo—en ese momento todo el mundo se fue de mi habitación.

No comprendo demasiado, pero él logra meterse en mi cabeza, Miguel puede ver mis sueños, lo que claramente me molesta, sé supone que  tus pensamientos y sueños son las cosas más privadas que puede tener un ser humano, pero que puedo pedir, si ni siquiera  tengo la certeza de serlo.
 Baje las escaleras lentamente, no sabía quienes estaría en la sala, tampoco tengo idea de lo que me espera, pero los nervios manejan por completo mi cuerpo, en cualquier momento estallaré y de la peor manera, cada posibilidad resulta aterradora, desde ser  un demonio, hasta convertirte en la presa de uno y no contar con la fuerza para defenderte, es como estar en el infierno.


Me encontré solamente  con Sebastián, el resto era oscuridad.
n  Srta. Abigail, la están esperando, venga conmigo por favor.
n  De acuerdo.

Sebastián me condujo por aquella mansión, las puertas parecen ser muy antiguas, retoques medievales adornan toda la casa, cuadros sagrados, oro, plata y fuentes. En la gran sala que me hizo entrar Sebastián estaba Helena y once hombres más, además de Magdalena y Miguel. Estaban formando un círculo, todos con oscuras capas y una tenue canción de fondo, creí estar en una película, pero esto es más serio.


n  Abigail, hoy te enteraras de todo.
n  Eso es lo que vengo esperando desde hace bastante tiempo Helena.
n  Bueno, ellos son el resto de los Apóstoles de Dios y están aquí para servir de puente. —no comprendo nada de lo que dice Helena.
n  No logro entender, dices que me darás respuesta, sin embargo, lo único que haces es confundirme más y más—no lograba verle las caras.
n  La verdad es que debes hacer  un viaje—no reconocí inmediatamente la voz de la chica petulante, Magdalena.
n  A dónde.
n  Al infierno mismo Srta. –Sebastián siempre tan diplomático.
n  No te asustes, debes ir y  todo será aclarado—Helena lo dice como si fuese muy sencillo.
n  Y qué debo hacer yo en ese lugar.
n  Fácil, eres un demonio, por ello es que podrás, luego del viaje, controlar tus poderes, a todos nos tienen bastante abatidos, o es qué no te has percatado de lo agotado que está Sebastián—Mire al Vampiro de traje, su  rostro no daba más, el agotamiento era evidente, trataba de contener mis emociones todo el tiempo y  las consecuencias eran obvias.
n  Cómo se supone que llegaré.
n  Nosotros te ayudaremos— dijo uno de los hombres, su nombre, Baltasar, me tendía su mano, en señal de apoyo.
n  Sólo debes cerrar los ojos y el resto es cosa nuestra—Pablo De La Cruz hablaba con mucha seguridad. –pero sólo tienes  dos horas, sino vuelves al cumplirse el lapso establecido te quedarás  en ese lugar para siempre.

El resto fue cosa de segundos, sin mayores explicaciones me  coloque al centro, mientras Helena y es resto de los apóstoles se concentraban, diciendo “En el nombre del Padre, del Hijo, del espíritu Santo, Amen”. Cerré mis ojos, ellos  hicieron el resto, tal como habían dicho.
Sentía mi cuerpo muy pesado, estoy en un pequeño transe, mi mente vuela por sí sola, veo mi cuerpo tendido sobre  un sofá de color rojo con bordes de oro, cientos de gritos a mi alrededor, oscuridad plena, silencios perpetuos, mis ojos arden, mis manos se sienten pesadas, mis dientes se transforman en afilados cuchillos, mi garganta me  duele, la sed me mata, y yo aun en un lugar sin forma, algo abstracto, en donde la vista no me sirve de nada, el tiempo  tarda cada vez más en dar vueltas el reloj, traspasando dimensiones, para luego caer en una extraña habitación.

Todo se me hace familiar, la cama, el color de las paredes, el olor a invierno, la lluvia que golpea la ventana,  esa pequeña risa, pues era mi antiguo cuarto,  alrededor de los cinco años, esa era la edad de la pequeña niña que jugaba con su peluche favorito, un osito de tonos cafés, bastante tierno, su madre viene a ver cómo esta, todo es felicidad, un escenario perfecto y calido, esperando cada tarde a que su padre cruzara la puerta, dando un gran abrazo, una señal de amor profundo, las posibilidades, el rostro, el lugar, era yo, en mi joven niñez.

Me pregunto si el infierno es este, recuerdos hermosos que luego se esfuman como polvo en el viento, todo se marchita, la felicidad se acaba y el dolor perdura en el tiempo, veo la muerte de mamá, las piezas están fuera de lugar y nada cobra sentido, las lagrimas evidencian la pena que siento y sentí por esto.  El fondo parece cambiar, destrucción, desamor, melodías tenebrosas adornan una escena infernal, cadáveres, hombres y mujeres que sufren y yo sin saber que mierda hago en este lugar. Mi corazón está inquieto, mis latidos aumentan, estoy buscándola, pero ella no parece estar aquí, mis piernas siguen corriendo, mis ojos miran en todas direcciones, tratando de observar el más mínimo detalle, de ver  algún parecido con sus ojos, de ver a Florencia.

n  Ella no está aquí—esa voz.
n  Cómo es que sabes a quién busco—sigo sin mirar al sujeto que está detrás de mi.
n  Ella nunca piso este sitio, en realidad el mismo día que llegó la señora de los cielos se la llevo.
n  Cómo estás tan seguro.
n  Florencia Auge, tú madre, esta en los cielos, no en este infierno Abigail—tomo de mi hombro, forzándome a ver su rostro.
n  Roberto—él mismo sujeto de aquel día, el amor de Helena.
n  Mentiste, pudiste salvarme aquel día, pero tu silencio hizo que yo llegara a este lugar.
n  No, yo no tengo nada que ver, ni siquiera sabía la verdad acerca de  Helena.
n  Aun así, esto apesta, es patético, tal como tú dijiste, a los cuarenta, estando solo  y abandonado  es bastante difícil sobrevivir.
n  Lo lamento—tome de su rostro, estaba herido, las marcas del disparo eran evidentes, su cabeza aun sangraba. —lamento este sufrimiento. 
n  Todo el mundo debe encontrar su propio final. Este es el mío y debo conformarme con eso y con el hecho de que Teresa está a salvo, y tengo la sensación de que me sigue amando.

El resto se traduce a polvo en el viento, Roberto desapareció, estoy confundida y aterrada, veo niños, pequeñas almas llorando en ríos de sangre maldita, guerras, dejando solo maldad y oscuridad, putrefacción humana, una vil bestia, el infierno está frente a mí, un oscuro y tenebroso ser, Aloqua, el rey, nunca he sentido este odio por nadie, pero él hace que todo mi cuerpo quiera matar, que todas mis extremidades se muevan al compás de la muerte, mi Corazón se vuelve  un demonio enjaulado, desesperado por salir, sediento por sangre de almas, mis piernas se mueven por si solas y ya ha pasado casi  una hora, destruyo todo lo que toco, entré en  un frenesí, pierdo el control, matando todo lo que toco, desde  bebes hasta ancianos, mis manos se manchan con deliciosa sangre, sangre que calma mi dolor, ocasionando destrucción en el mundo, maremotos en el sur de Chile, sequías en Sudáfrica, lluvias en el antaño Europa, todo esto a mis pies. El mundo es completamente mío. Melodías llenas de pánico entran por mi agudizado sentido de la audición.  Trato  de describir todo los detalles, pero son cientos, miles,  infinidades de cosas, algunas indescriptibles, otras totalmente palpables, toda esta mierda me mata, entra en mi, se apodera de mi mente, es como si yo cargase con toda es culpa, pequeñas almas pasaban por mi lado, desesperadas, necesitaban el perdón, para así descansar eternamente, sin embargo, puedo percibir que son almas bondadosas, que Caleb trajo hasta acá, y no logró entender por qué lo hace. Supongo que esta atado a esto.

Un pequeño niño apareció  de la nada, otra alma en pena, no obstante él tiene algo particular, lo conozco, era la misma sonrisa, ese brillar en sus ojos oscuros y negra melena, Tomás.

n  Abigail—dijo el niño.
n  Tomás—trate de abrazarlo, aunque fue en vano, era como tocar el viento.
n  Lo siento—el pequeño se mostraba apenado y a pesar de no poder tocarlo, sentí su leve abrazo, su llanto que caía en mi hombro, se aferraba a mí con todas sus fuerzas, como si necesitase que lo salvara de este dolor eterno.
n  ¿Qué  haces acá?—necesitaba respuestas.
n  Tan solo debes tocar mi cabeza y te enteraras de todo.
n  A qué te refieres.
n  Sólo has lo que te digo. –seguí sus ordenes.

Momentos ajenos circulaban por mi mente, una familia feliz, amor en recuerdos, pero no todo era de esa tonalidad, llamas surgían de la nada quemando todo a  su paso, llantos y gritos de desesperación, murallas caían y el cielo lloraba las perdidas  humanas,  neblina cubría el hecho macabro y  un demonio tentando a  muchachito, ofreciéndole la solución a sus problemas, que  traería a su familia de vuelta si es que él se sometía a un pacto, una mujer lo miraba atentamente, no parecía tener más de veinticinco años, hermosa y de negros cabellos, diciendo que si se unía a ellos, grandes poderes nacerían y al cabo de un tiempo se mudo con Aloqua, vivían en una pequeña casa, rodeados de almas puras, de niños, de  mí.  Estaba decidido, debía asesinar a una mujer llamada Florencia, probar qué tan poderoso era, ya que su don era único, podía llevar las almas directamente al infierno, así es  que como al pasar el tiempo, de unirse a la pequeña hija de la victima, inducido por la promesa de revivir a su familia y poder ver de nuevo a su madre y hermanos, él cometió el acto, frente a los ojos, los ojos de la pequeña, delante de mis ojos, Aloqua miraba junto con la mujer, estaban asombrados del potencial de Tomás, de la frialdad con la que actuaba, pero en el interior del chico, la tristeza era la reina, el dolor manejaba sus acciones, motivado por el recuerdo de su familia, desde entonces fue bautizado como Caleb,  no obstante luego de cometer su primer crimen, Aloqua lo siguió utilizándolo y hasta él día de hoy, no ha cumplido su promesa.

n  Puedes odiarme, después de todo asesine a tú madre.
n  En realidad no lo puedo hacer—emocionada por las palabras de aquel pequeño—en tú lugar hubiese hecho lo mismo.
n  ¡No! ¡Tienes que odiarme!—él empezó a llorar--¡Soy  un bastardo! ¡Mátame!
n  No puedo, eres especial para mi Caleb.
n  No me llames así. Por favor, tan sólo destrúyeme,  él no va a cumplir su promesa, sólo debes asesinarme, no soy un demonio aun.
n  Entonces qué es lo que eres—la información llegaba de golpe.
n  Soy algo así como un alma en pena, para convertirme  debo pasar más tiempo acá o que Aloqua me convierta en uno, pero por alguna razón él no lo ha hecho.
n  Pero cómo asesino a un Demonio o Semi-demonio.
n  Debes apuñalarme  en mí… pecho.

No logré responder, el infierno se hace espeso, y desde lejos percibo ese olor a mierda, a muerte, a el ser culpable de todo esto, todo lo ocurrido hace que me atraiga más  y  más su muerte, necesito asesinarlo, y salvar  a Caleb, mi atracción hacia él aumentaba cada segundo,  cómo si él fuese lo más importante para mí.
El ritmo aumentaba, los latidos  crecían, el corazón iba a estallar.  
No tolero su rostro.

n  Vaya, pero si es Abigail—Aloqua frente a mí.
n  Voy a matarte, maldito Demonio.
n  Pero que feo termino—su risa es la melodía del infierno—si tú estás haciendo lo mismo, para eso naciste, para destruir y darme ese poder, poder que me fue ultrajado, suicídate pequeña y el mundo será nuestro.
n  No estoy dispuesta compartir nada contigo.
n  Entonces te obligare, Caleb, quieres ayudarme—en ese instante, él estaba tras de mí.

Tomo de mi cuerpo fuertemente, percibí los mismo recuerdos de un alma en pena, aquellos que había apreciado hace un par de minutos, sin embargo, esta vez había  algo distinto, quemaba y Aloqua reía de manera interminable, mis poderes se marchaban, me estaba quedando en el infierno, Caleb estaba ocupando su preciado don, teniendo la esperanza  de que si me dejaba allí, Aloqua reviviría a su familia, el fuego se apodera de todo, siento como desaparecen los latidos de mi débil corazón, perdiendo la vida por medio de suspiros, las dos horas se cumplirían y me quedare en este sitio por el resto de mi existencia. Sus brazos apretaban cada vez   más fuerte. Me quedaba poco. Morir en manos de un adictivo demonio, al menos no me parece tan malo, es bastante original.

n  Apártate—un rayo  de luz cruzo aquel tártaro.
n  Pero si es mi apóstol favorito, Querido Judas. –Aloqua seguía ocupando aquel tono subversivo.
n  Suéltala Caleb—esta vez ataco rápidamente, creí desfallecer, Caleb  se enfureció, se estaba transformando en una bestia, ojos rojos, su piel se endurecía, sus colmillos crecían, un monstruo.
n  Cálmate Caleb, deja que se la lleve pronto será completamente nuestra—rió—por ahora debemos dejarla con el traidor, aun le falta, esta inmadura y de esa forma no me sirve, aunque es excitante, su dolor es mi placer.

Luego de esas palabras se marcho junto con Caleb. Estaba con un ser completamente extraño, con el traidor de todos los tiempos, él que  fue juzgado por vender a su señor, el cobarde que se había suicidado. Judas.
Habitaba en un  limbo, una extraña sensación de calma me invadió, falsa seguridad, sentía la calida presencia, estaba a salvo, los tonos rojos se habían marchado, ahora estaba en un cuarto muy familiar, mis muñecas estaban donde siempre, mientras la pequeña jugaba con sus peluches favoritos, esperando el llamado de su madre, o a que llegase su padre, se respiraba paz, era el cielo dentro de todo este  infierno, una ilusión que adornaba  por completo a la maldad, disfrazándola de  una cínica mentira.
Aunque seguía teniendo interrogantes, Tomás asesino a Florencia y paso a llamarse Caleb, un ser que esta maldito y que debo salvarlo de este lugar, y si él trajo a mi madre a este lugar tengo que  sacarla cuanto antes, por ello observo cada detalle,  esperando una señal que tenga, algo que me indique donde está.

n  Pierdes el tiempo, Florencia se fue aquella tarde, nuestra señora vino por su alma. –la voz es áspera, llena de dolor y culpa.
n  No eres él primero en decírmelo.
n  Eres Abigail, el verdadero poder, el Demonio—no estoy acostumbrada a que me llamen de esa forma.
n  No soy un Demonio, tan sólo tengo ciertos poderes, nada más—trate de bajar el perfil al termino, pero no pude.
n  Eres hermosa, tal como decía tú madre.
n  ¿La conociste?
n  Estuvo conmigo en este mismo lugar, en su infierno, todas las personas tienen uno diferente y este es el tuyo, el mismo que tenía Florencia, supongo que debido al lazo que tenían, son las únicas en compartir un espacio como este.
n  Creo que desde que nací la condene.
n  Eso no es así, estaba escrito, era lo que debía ocurrir.
n  Supongo que eres experto en el tema, gracias a ti la historia de Jesús se ha hecho tan famosa y además de enriquecer al vaticano, y de ser ejemplo de traición  y cobardía.
n  Veo que eres igual de directa que tú madre,  pero este viaje no es en vano, mi misión en esta vida era  traicionar y vender a mis seres queridos, pero una vez que  cumplí con aquello y que fui desterrado a este sitio, mi tarea a cambiado, debo entregarte esto—me mostró una delgada espada, con inscripciones celestiales a uno de los lados y además  un pequeño cofre.
n  Qué se supone que debo hacer con esto.
n  La Espada es para matar demonios y toda criatura  proveniente de este lugar y ese cofre es para que escojas, un alma y salvarla. Tienes el poder de purificar, de perdonar.

Las palabras dichas por Judas cambiaron  en 180º mi visión, puedo quitarle este dolor a alguien y hacer algo de verdad importante.

n  Pues quiero salvarte Judas. –su rostro cambio rotundamente, sus lagrimas inundaron el infierno. 
n  Agradezco el gesto su alteza, pero me temo que yo he cumplido, así que salvar mi alma sería en vano, he terminado mi misión y supongo que puedo dormir en paz, pero antes de que eso suceda debes entregarle esta carta a Helena—el sobre era de  un color café y muy viejo.
n  Pero entonces qué hago.
n  Solo corre y has lo que te dicte el corazón, siempre te estaré agradecido por ofrecerme la salvación        
     
Judas se esfumo con alas de ángeles, su dolor ha terminado  y yo cuento con cinco minutos, necesitaba llevarme a alguien, Caleb estaba descartado, tiene  un pacto y eso no lo puedo romper yo, sólo queda ese hombre de unos cuarenta años y que no pude salvar en aquella oportunidad, al que sentencie a muerte, al hombre de aspecto desgastado, de dolor perpetuo,  Roberto.

Pensé en su rostro, imaginándomelo frente a mí, con su chaqueta café, su voz ronca, sus ojos lluviosos, su pelo castaño oscuro.

n  Lamento no haberte salvado—Su pasado se tomo mi cerebro, cada momento feliz, imágenes de antaño, llenas de vida, su eterno amor hacia  una de las mujeres más importantes de la humanidad, de su desgarradora fe—descansa Roberto, te salvare de este infierno, esta vez voy a ayudarte—sus ojos se mostraban confusos.
n  No entiendo, quién eres.
n  Soy Abigail, no me recuerdas—me sentí aterrada por unos momentos.
n  No, eres diferente, estas llena de luz a tú alrededor, eres un hermoso ángel.

Me sentí de esa forma. La paz inundo mi cuerpo, una sensación de  satisfacción, me aferre a Roberto, pensando en un lugar mejor, en donde todos sus sentimientos de culpa fuesen perdonados, en donde él viese a su amada mujer, cuidándola desde un mejor lugar.


No supe cuando desperté, pensé que todo había sido un sueño, se han cumplido las dos horas que tenía como plazo. La habitación estaba vacía, pero tengo a  mi lado la espada y el cofre, además de la carta.
El infierno terminaba  y comienza algo totalmente nuevo para mi, un cielo se habré al final de cada lluvia, camine mucho tiempo en la oscuridad, ahora me siento sana y no culpable y tengo la certeza de que Florencia me observa con orgullo.


n  Veo que has tenido éxito—Helena me tendía un vaso de agua.
n  Tengo esto para ti—le entregue la carta.
n  La estaba esperando. Supongo que Judas descansa.
n  Y en ese cofre tengo otro regalo.
n  ¿Regalo?
n  Sí, Roberto espera despedirse—Helena se quebró en llanto, me levante de la cama y salí de la habitación, supongo que de alguna manera se alivianaba un poco la culpa.


“Siempre supe que no podías estar muerta, en el fondo eternamente lo supe
n  Roberto, perdóname.
n  Eso no tienes que pedírmelo, es algo que haría pese a cualquier situación.
n  Te amo y odio esto, el no tenerte cerca—Sujete sus manos para que no se desmayara  y aprovechar lo últimos minutos que tengo.
n  También te amo, y te amaré por toda la eternidad, debes ser feliz y proteger a Abigail, ella va a necesitarte, pero confío en ti.
n  No quiero que te vayas.
n  Siempre has sido tú la mejor en las despedidas—tome su rostro y la bese, necesitaba ese calor de sus labios, recordar su respiración y el acelerado latir de su corazón, el que pronto pasará  a ser el sonido de mi  cielo.
n  Recuérdame,  tal  como lo haré yo por el resto de mi existencia.
n  Eres mi vida, siempre lo fuiste y lo serás, eres mi tranquilidad, se feliz y perdóname por darte aquel dolor, siempre has sido tú, durante todos estos años, comprendo el por qué me dejaste, no llores.
n  Cómo me pides eso, veo  todo lo que perdí por esto, por tener esta maldición, pude ser feliz a tú lado, pero en cambio te mande a un infierno.
n  Mi infierno comenzó  el día que te fuiste, cuando decidí suicidarme no contemple nada más que mi propia calma, siendo totalmente egoísta, no debes culparte por nada—la besé por última vez. Desaparecía lentamente escuchando su llanto, rompiéndome el alma, pensando en protegerla desde  mi propio cielo, dejando atrás  le perpetuo dolor, ese eterno sufrimiento, aquel  infierno que hace nada más que pudrir almas. Ojala hubiese podido ser más valiente  y estar aun con vida para disfrutar de sus recuerdos y vivir con la esperanza de  su vida, pero fui cobarde y me deje llevar por todo lo oscuro, por demonios que se apoderaban de mi conciencia, dejándome llevar por sentimientos oscuros, por infiernos eternos, por mí propio infierno”

espero que alguien, una sola persona, en cualquier remoto sitio, este leyendo esto...

1 comentario:

  1. Hola, soy Emilio Araya B, autor del Huevo Mundano. Me fijé que eres seguidor del blog (domo arigatou!), así que por eso mismo pasé a avisarte que me cambié de casa.

    Ahora me encuentras en

    http://mundosavapor.blogspot.com

    Saludos!

    ResponderEliminar